Duelo

A un amigo.

La cotidianidad tiene que bastar,
el espectáculo siempre retrocede
no es de este mundo
se derrama cada noche
cuando los ojos son ciegos
y el alma no tiene resguardo.

José José dijo que amar y querer no es igual
y un cantor del oriente dijo que
vivir y morir tampoco lo eran:
la vida es la arena
la muerte es el puño furioso que la contiene

Pero ya que mueres
no mueras en las fauces del tigre
ese que acecha a la una de la tarde
cuando quieres ir a casa
o escapar de ella
que los reflectores no te hechicen
por la mañana su luz se habrá extinguido

ve a ese cielo cada tarde
refúgiate en sus nubes
ellas no pretenden la inmortalidad
se abandonan al vacío del viento
dejan que su forma abarque lo secreto

ese secreto que vive en la fugacidad
en las piernas de un viejo que camina
en la carretera polvorosa
en las azoteas con perros tristes
en las chimeneas  humeantes
en el ruido del tranvía
en los pasos de los obreros languidecientes
en la cuna del niño huérfano
en el remolino de hojas tiernas

en ese pájaro que observa
cómo aguardas lo que fue
lo que quisiste que fuera
lo que hubieras hecho en otra tarde
en otra espera
en otra vida.

Recorre la tierra mientras
barres los estragos de otra vida
mientras suplicas
mientras perdonas
mientras terminas de morir. 

Autoengaño

Estaba segura de haberte visto enamorado.

Mariposas, mar y sueño
emergieron del interior de las tazas de café
inundaron muchas mañanas,
me atrapaban aun con pijama.

El escritorio esperaba las hortensias 
perfumandas
apretujadas
pudorosas.
Hortensias y cartas de amor sobre la mesa
rendidas y delicadas.

Hartas veces la tarde se tendió sobre canciones
colección de ilusiones, nubes y rincones.,
enmarcaron los ventanas, 
pintaron muros, llantos y  descansos
llenaron de cantos todos los espacios. 

Estaba segura de haberte visto enamorado. 

¿Por qué escribo?

Porque la hoja en blanco se parece mucho a mis pesadillas
Porque es mejor que los montruos que viven debajo de mi cama tengan un mejor lugar para habitar
Porque una página es como el espejo, pero más real
Porque es un síntoma de que aún quiero revolución
Porque es el único lugar donde mis preguntas pueden tener una posible respuesta
Porque las certezas que plasmo serán las incertidumbres que me hagan cambiar
Porque me convierto en polvo estelar
Porque nado gustosa en esa terrible confusión
Porque las fauces de mi miedo me sostienen cuando pongo un aparente punto final
Porque es el único lugar donde el acto de buscar no me hace sentir perdida
Porque es una habitación sin paredes
Porque ahí nace y crece mi humanidad
Porque me devuelve la vida más limpia y perfumada
Porque me miro y tiemblo
Porque tiemblo y me abriga
Porque es el baño de agua tibia en medio del verano. 

Salas de espera

Hace unos días estaba sentada en la sala de espera de un consultorio del Doctor Simi. Ir a ese lugar fue mi primera y única elección; primero, porque es asequible, y segundo, porque no creí tener algo más que una nefasta infección estomacal. Odio las infecciones de ese tipo. La fiebre y los escalofríos se dan de manera tan fortuita que terminan siendo una calamidad enmedio de la cotidianidad templada. Aunado a ello, venía de una fiesta. Creo que yo al igual que muchos, vamos a las fiestas a comer, no importa tanto el menú, es gratis. Dada la situación, intenté hacer como que no pasaba nada, pero comencé a temblar, y dos horas después, estaba ahí, en los asientos grises y plastificados enfilados del reducido pasillo, esperando mi turno e intentando ocupar mi mente en otros asuntos que no fueran mi dolor.

Sigue leyendo “Salas de espera”

Night dance

Golpes de sonido
trepan por las paredes,
esculpen cuadros
salpicados de templos
         de dioses
         de plegarias
         de lo inmortal.

Edifican un sepulcro tibio:
boveda de mares
descongelados y afortunados mares;
         azul en movimiento
         soledad encaramada en una ola
         calla y tiembla la roca. 


Carcomen la muerte,
encumbran la vida.

Transeúnte

No es común que nuestra atención se despeje mientras transitamos entre la gente. En realidad, no es común para personas que, como yo, suelen enfrascarse en sus usuales problemas cotidianos. Son muchos los días en que no vamos ni venimos, solo avanzamos hacia un punto indeterminado que nace y muere en nuestros pensamientos, tan despeinados como decía Stanislaw Jerzy Lec. Muchas veces, ese destino al que aparentemente nos dirigimos es un pretexto para ignorar la vida, para justificar que estamos viviendo, o para encontrar esa justificación.

Sigue leyendo “Transeúnte”

Terminal

I
Nunca se conquista el viaje,
el destino perdura antes y después;
una extensión de andenes
nos recorre siempre,
guarda la llegada del amor
y ve partir la mayor ilusión,
uno a uno
sin dejar paso a un quizás. 

II
La mirada triste que te vio partir 
recorre cada andén
buscando tu presencia.
Tu rostro quedó ahí, 
entre el paso de la gente
y mi corazón roto;
los pasos se borraron
y el reloj avanzó.
Recorrimos nuevas vidas, quizás
Atinamos el rumbo, tal vez.
Pero en el andén,
allí, 
creció la nostalgia,
y una sonrisa se partió en dos
y una ilusión admitió la derrota. 

III
Aplazar la partida
destruyendo cada instante;
no abordar el autobús
desviar el destino

dejar de caminar.

IV
El andén y tú,
tú y mis ganas de hacer
que la tarde vaya lento...
la lentitud con que pasa el tiempo
mientras espero verte llegar.

Negocios no rentables

Subí al taxi alrededor de las dos de la tarde; tenía pensando ponerme los audífonos y disfrutar del viaje de regreso a casa. Un hombre de aproximadamente treinta años subió y se sentó junto a mí. Sentí cierto nerviosismo en sus movimientos, además de tener en su rostro una sonrisa encaminada a terminar en llanto. El chofer encendió el auto y dio marcha; entonces el joven sacó el celular y me lo mostró, así, sin más. Me desconcertó lo suficiente como para olvidar que debía enviar un mensaje a mi hermana, y luego de cinco segundos durante los que titubeé, tomé el celular y miré una captura de pantalla que mostraba una conversación entre dos personas a través de Whatsapp. En cuanto tomé el teléfono, me pidió que revisara las cuatro imágenes anteriores. La conversación iba de dos personas que acordaban encuentros en varios lugares cercanos, con algunas excusas y emojis de por medio, pero al final con la disposición para encontrarse. Sospeché algo muy cruel, pero mi mente decidió evadir la idea. Me miró esperando la respuesta, no sabía qué decir, así que le respondí:

Sigue leyendo “Negocios no rentables”

Pecado

El día de mi muerte
en el diván vacío
el espectáculo quieto
a punto de encenderse...

rubí sonoro
que toca a mi puerta
que no escucha mi oído muerto
que no huye de la aciaga melodía

la batería acelera
las cuerdas tiemblan
se alarga el tiempo
el espacio se abre
se contrae mi miedo
renace la desquicia que
recorren mi nuca
me devuelve a la vida

el bullicio terrenal es mi epitafio.