A un amigo.

La cotidianidad tiene que bastar, el espectáculo siempre retrocede no es de este mundo se derrama cada noche cuando los ojos son ciegos y el alma no tiene resguardo. José José dijo que amar y querer no es igual y un cantor del oriente dijo que vivir y morir tampoco lo eran: la vida es la arena la muerte es el puño furioso que la contiene Pero ya que mueres no mueras en las fauces del tigre ese que acecha a la una de la tarde cuando quieres ir a casa o escapar de ella que los reflectores no te hechicen por la mañana su luz se habrá extinguido ve a ese cielo cada tarde refúgiate en sus nubes ellas no pretenden la inmortalidad se abandonan al vacío del viento dejan que su forma abarque lo secreto ese secreto que vive en la fugacidad en las piernas de un viejo que camina en la carretera polvorosa en las azoteas con perros tristes en las chimeneas humeantes en el ruido del tranvía en los pasos de los obreros languidecientes en la cuna del niño huérfano en el remolino de hojas tiernas en ese pájaro que observa cómo aguardas lo que fue lo que quisiste que fuera lo que hubieras hecho en otra tarde en otra espera en otra vida. Recorre la tierra mientras barres los estragos de otra vida mientras suplicas mientras perdonas mientras terminas de morir.